Ella, que pensaba en un para siempre infinito a su lado, en un cuento como aquellos que le contaban de pequeña, esos en los que la princesa en un momento u otro acaba encontrando a su príncipe, que puede ser un sapo o una bestia, pero príncipe al fin y al cabo. Ella, que creía que ya lo tenia todo, que las mañanas amanecerían con el olor a café recién echo de su pelo, el olor a manzana de su piel. Entre sabanas arrugadas en mil noches de pasión, de amor.
Todo eso se le quemo, se le quemaron los cuentos, los vestidos, las coronas. Del día a la mañana ya no podía besarle si le apetecía. Ya no podía decirle que lo quería, ni ir a verlo a su casa, ni sentir su calor.
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